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Calendarios de pared de hace 20.000 años.

Busca el hombre comprender su presente, explicar su pasado y predecir su futuro. Se afana en buscar pistas, encontrar pruebas y señales de lo que ha ocurrido a su alrededor en todas las etapas de su existencia como especie. Incluso más allá en el tiempo y en el espacio.

Es nuestra especie detective vocacional. Rastrea la escena de su existencia para sacar conclusiones que calmen su infinita curiosidad. A veces las pruebas son tan sutiles y escasas que las hipótesis traspasan la barrera de la sensatez; pero, quizá por ello, deben hacerse. La ciencia ficción no debe limitarse al futuro. También puede situarse en el pasado. Y la ciencia ficción no es necesariamente falsa; solo indemostrable por naturaleza. Aunque, a veces, aparecen pruebas insospechadas que la despojan del calificativo "ficción" y la dotan de mayor o menor"probabilidad". 

He aquí uno de esos estudios que aportan credibilidad a la hipótesis de que nuestros antepasados en la Edad del Hielo utilizaban alguna forma abstracta de reflejar el tiempo; un uso de calendarios al fin y al cabo. La ciencia forense de los paleontólogos investiga pistas en las pinturas rupestres que así lo confirmarian. Las pruebas son lo suficientemente consistentes para tenerlas muy en cuenta y, además, pueden surgir más pistas que confirmen lo expuesto en cualquier momento. 

  

Observemos las marcas asociadas claramente a determinados animales en las pinturas. Son puntos o rayas alineadas que parecen claras representaciones numéricas. Pueden ser varios puntos, algunas rayas; todas adosadas o inscritas en algún animal (un animal asociado a la caza, a la supervivencia). En las cuevas de Francia y España tenemos abundantes ejemplos de esas pinturas. Peces, renos, ganado y otros animales pintados en cuevas de hace 20.000 años están acompañadas de estos signos en apariencia aleatorios y que ahora se postula con un significado claro.


Ben Bacon, un restaurador de muebles con mirada curiosa para la ciencia, se fijó en esos patrones e investigó desde su domicilio, vía internet para recopilar y establecer patrones repetitivos en ellas. Un signo especialmente llamó poderosamente su atención: un trazo en forma de "Y", donde la línea más pequeña que emerge de surge del trazo en V principal sugiere el concepto de "dar a luz". Bacon llegó a la conclusión de que esas marcas aludían a un calendario lunar. Presentadas sus conclusiones a los académicos de la Universidad de Durham y del University College de Londres, estos analizaron las marcas y las compararon con los ciclos de nacimiento de animales actuales, como las vacas. Finalmente llegaron a la conclusión de que las marcas paleolíticas probablemente se refieren a la temporada de apareamiento de cada criatura, marcada en meses lunares. Tendríamos aquí una prueba de peso que establece un sistema de protoescritura y un calendario primitivo de los ciclos reproductivos de animales de hace 20.000 años. 

 


La hipótesis anterior se desarrolla en  estudio de la Universidad de Cambridge que toma sus referencias en pinturas de la cornisa cantábrico-pirenaica (especialmente de la cueva del Pindal, en Rivadedeva. Asturias). El trabajo tomó como referencia la coincidencia en numerosas pinturas del oeste europeo estos dos símbolos. En el estudio se establece que no se trataba de partes del dibujo de la anatomía de los animales y que las series de puntos nunca pasaban de 13. Esa fue la pista que les llevó a pensar en el calendario lunar (que suma doce meses y medio en año). De este modo su hipótesis es que los puntos sería una referencia para contar desde el inicio de la primavera para dar información sobre apareamiento y desove de los animales que más interesaban a los cazadores recolectores.

En el estudio se citan y se reproducen pinturas de la cueva del Pindal, en Ribadedeva: la representación en salmón, con tres puntos o tres señales, y también un mamut y la cabeza de un caballo. «Nuestro punto de partida es que estamos buscando información basada en números sobre animales de presa específicos. Nos parece innecesario tener que transmitir información sobre el número de animales individuales, las veces que han sido avistados o el número de muertes exitosas de estos; parece mucho más probable que la información pertinente para predecir sus movimientos migratorios y períodos de agregación, es decir, el apareamiento y el alumbramiento cuando se encuentran de manera predecible en algún número y son relativamente vulnerables, sería de gran importancia para la supervivencia»; destacan los autores que contrastaron después los números que, en teoría, estarían asociados a cada animal en las pinturas con sus ciclos de migración o apareamiento. Y encajan.


El misterioso caso de la "Y"


Ya Bern Bacon, el restaurador, propuso con ayuda de diversos académicos ingleses que la "Y" era un representación muy visual del parto. Pero posiblemente pueda aplicarse a situaciones de importancia similar para aquellos cazadores-recolectores: la puesta de huevos en las aves, el apareamiento de mamíferos, el desove de los peces, migraciones específicas... Si añadimos a esto que existe constancia de marcas de numeración (en bastones, cuentas...), todo esto puede interpretarse como un sistema de anotación paleolítico transversal a muchos individuos. Algo así como una protoescritura, aunque esta hipótesis necesita aún mayor carga de prueba.   

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