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Una barquita de corcho, un molino eléctrico y el coche de la Barbi.


Muchas veces sorprendo a mi cuñada en medio de una conversación contando a sus interlocutores lo orgullosa que se mostraba mi sobrina (o más bien ella misma) al pasear el primer día tras los Reyes con un flamante coche de la Barbi ¡motorizado! Muchas niñas tenías un coche similar, pero a ninguna se lo habían tuneado con un motor eléctrico acoplado a sus ejes lo que lo hacía único. Mi cuñada lo recuerda a menudo y no duda en ponerme en un pedestal como "el manitas" de la familia. En esos momentos yo, que ni me acordaba, pienso en lo que le puede impresionar a alguien ese pequeño gesto tecnológico de mínima importancia.  Igualmente mi sobrina guarda aún, sobre la repisa de un armario en su recién estrenada casa, un molino de contrachapado también con las aspas motorizadas que realicé junto a ella para un trabajo de tecnología allá cuando cursaba 5º de EP. Que aún lo conserve refleja una pequeña veneración por esta faceta de ingeniero amateur que tiene su tío. Otro de los recuerdos fetiches que, hasta hace poco, guardaba su hermano mayor, es una barca realizada con corteza de pino y tallada a navaja. Tosca como era, me extrañó encontrarla colocada durante años en una repisa de su habitación al lado de otros valiosos juguetes. Para él montamos además un gran escalextric sobre un tablero y mediante ruedas lo metíamos debajo de su cama.

Estas pequeñas cosas a veces alcanzan para algunos un valor insospechado. Para mí  siempre fue divertido realizar maquinitas, montar y desmontar las cosas... Ya de maestro los cursos de pretecnología fueron mis favoritos: fabricar operadores, realizar máquinas de efectos desencadenados,  construir motores, bombas de agua, máquinas robotizadas...
Recuerdo lleno de fascinación la primera clase de un curso de Acción Educativa (empresa dedicada a innovación pedagógica) en la calle Libertad de Madrid. Corría el año 1983 y teníamos que desplazarnos desde Arganda para participar en aquella actividad de formación del profesorado. El local era una habitación de alto techo de una vieja casa con suelo entarimado. El profesor Ramón Gonzalo, brillante en la tecnología casera y genial en la pedagogía para enseñarla, nos reunió en una habitación; sacó del bolsillo un imán y un cable nos emplazó a construir un motor. Mis ideas preconcebidas sobre los ingenios eléctricos (misteriosos aparatos regidos por complejos mecanismos y diabólicas leyes) me predisponían a la incredulidad. Contemplar la pasmosa facilidad con que creó el artefacto y lo bien que funcionaba quitó el velo del misterio al mundo de la tecnología.  Repetí cursos similares muchas veces e incluso impartí durante algún año la asignatura de pretecnología. A lo largo de mi vida posterior he aplicado todos aquellos prácticos conocimientos a muchas actividades de la vida. Llevado de mi osadía (y también del ímpetu de mis primeros años de maestro) realicé con mis alumnos un parque de atracciones animado espectacular. Después me he quedado con ganas de montar con los alumnos mayores una ginkana tecnológica en el gimnasio con pruebas tipo "Indiana Jones" para alguna fiesta escolar. Incluirían piedras gigantes rodantes, resortes que accionan trampas, puertas que se abren tras resolver algún enigma, muros que se desploman, flechas que se disparan... ¡Sería una gozada ya solo diseñarla y construirla!

Por supuesto que una de mis series favoritas de la TV ha sido McGyver, el héroe del minimalismo tecnológico: la navaja suiza como única herramienta para resolver los problemas, los objetos más comunes con aplicaciones insospechadas, la inteligencia como arma...  hicieron que durante años su protagonista fuera objeto de mi admiración.

Aún guardo mi colección de operadores construidos con materiales de deshecho, objetos tan vulgares como palos de chupachús o latas de sardinas... Colocados en sus cajas duermen la llave de cruce, la bomba de agua y la de aire, interruptores de clip, reductoras, motores, voltímetros... incluso conservo intacto el juego de sensores de células fotosensibles con las que, sujetas con ventosas a la pantalla, robotizábamos las máquinas mediante los antiguos ordenadores spectrum programados en logo.

Pero, lo que pervivirá en el recuerdo de mis sobrinos, será una barquita de corcho, un molino eléctrico y un personalísimo coche de la Barbi.

TECNOREPORTAJE

CURSO DE PRETECNOLOGÍA. 1983. ACCIÓN EDUCATIVA.
Ramón Gonzalo y los compañeros de aquel primer curso de
Pretecnología en la calle Libertad. Acción Educativa. 1983.
 

Una de las máquinas de efectos desencadenados.


Máquina de efectos desencadenados. 

 CURSO DE PRETECNOLOGÍA. Años 80. 
ACCIÓN EDUCATIVA. Ciudad Escolar (Cantoblanco)

Máquina de efectos desencadenados. Exposición final.


Máquina de efectos desencadenados.

Máquina de efectos desencadenados.


Máquina de efectos desencadenados.

Muñeco animado. trasera.


Máquina de efectos desencadenados.



PARQUE DE ATRACCIONES realizado  por los alumnos.
Colegio Fontarrón (antiguo Nuestra Señora del Madroño). Vallecas. 
Tiovivos...


Plataforma del parque.


Avión propulsado con hélice (colgado del techo)

Circuito de carreras.

Teleférico con llave de cruce, torre mirador...


Laberinto de espejos, noria...


Atracción tipo pulpo con varillas de paraguas...


Licencia Creative Commons
Esta obra de Jesús Marcial Grande Gutiérrez está bajo una 

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