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Destejiendo la fábula de "La cigarra y la hormiga" (parte II)


 DESTEJIENDO LA VIEJA FÁBULA - II




Introduccion.

Inspirado por Blasco Ibáñez en su cuento "La verdadera historia de la cigarra y la hormiga" y, sumamente interesado después por cuantas informaciones encontraba sobre esta célebre pareja, acabé encontrando, por fuerza, el texto fascinante del célebre entomólogo francés Jean-Henrí Fabre. Su libro "Souvenirs_entomologiques", es una obra monumental sobre observaciones del mundo de los insectos de cuatro mil páginas publicadas en diez series de 1879 a 1907. El capítulo dedicado al análisis científico de la los personajes de la fábula de Esopo es apasionante.

Fabre muestra enorme erudición. Su conocimiento de la Grecia clásica y la biogeología de aquel país mediterráneo le permite situar en su justo contexto los elementos de la fábula. El naturalista apunta que, aunque conocían bastante bien a las cigarras, sus prejuicios sobre ellas no tienen justificación. Incluso el origen de la fábula, que provenía de antiguas leyendas de las civilizaciones mesopotámicas y del Valle del Indo, no dan pie a las negativas consideraciones sobre la actitud da la humilde y trabajadora cigarra.
Los niños griegos fueron así enseñados en los valores éticos y sociales que interesaba imponer: trabajo y previsión (explícitamente mostrados en la fábula de Esopo); pero también, de forma implícita, astucia y avaricia. La hormiga representa muy bien las virtudes de la colaboración, imperialismo, comercio y organización (su equivalente en las sociedades humanas es asombroso). La cigarra (casi exclusivamente considerada por sus atributos cantores) es asociada al hedonismo y la vagancia.
 

Destejiendo los prejuicios de la fábula.


1. Las observaciones de un naturalista

Jean Henri Fabre, en su monumental "Souvenirs Entomologiques" (Recuerdos entomológicos: la vida maravillosa de los insectos), traducida a quince idiomas; fue el primero en objetar científicamente el contenido de la fábula. Fare es considerado "poeta de los insectos" por sus fascinantes y bellos relatos sobre este grupo del reino animal.  

Fabre nos informa de que las cigarras son parientes cercanas de los pulgones y que su población es mayoritariamente tropical. Sin embargo algunas especies viven en el Sur de Europa (quizá por el pasado subtropical de la geología del continente). 

Este insecto es en su juventud una larva de patas excavadoras que horada la tierra en busca de raíces de las que succiona la savia para alimentarse y amasar la arcilla del suelo. Después de largos años (entre 2 y 17, según la especie) emergen al mundo exterior donde su vida a cielo abierto apenas durará un mes.


2.  La cigarra no come, chupa.

La cigarra no pediría nunca alimento a la hormiga (aunque ésta fuese capaz de concedérsela), porque los granos de trigo y los cadáveres de moscas y gusanos que guarda en su hormiguero no le sirven de nada. La cigarra no come, chupa. La cigarra carece de mandíbulas y de boca. Su órgano para la nutrición es una una trompa finísima con la que agujerea la corteza de las ramas. Su estómago no puede digerir los cereales y los cadáveres que alimentan a la hormiga, insecto de mandíbulas trituradoras y patas cortadoras. La cigarra, que de adulta habita en las ramas, se nutre solamente con la savia que circula por los vasos de los árboles.


3. La cigarra no ha ido nunca al encuentro de ninguna hormiga

La cigarra la ignora absolutamente. Ella está a lo suyo, comer (beber en realidad) y cantar. Es la hormiga la que se acerca llena de curiosidad y de avaricia. Es la hormiga la que la busca y la acecha para aprovecharse de su trabajo. La cigarra tiene claro su quehacer diario: su cuerpo tendido al sol sobre el tronco, su cóctel sorbido con pajita y su canto. Al final de la obligada interacción (y en contra del refrán tan castizo como falso de "dos no discuten si uno no quiere") se aleja de "su mesa" aún con el plato sin terminar y se despide rociando con "una meada" (sic) al comensal intruso y molestón.


4. La cigarra no puede implorar un préstamo para el invierno porque vive apenas unas semanas y  muere en el mismo verano.

Las cigarras se pasan la mayor parte de su vida como un tipo de parásito subterráneo, chupando fluidos de las raíces de los árboles.Algo que los naturalistas aún no saben muy bien les dice a las cigarras cuando han de salir de sus pozos. Cuando la primavera empieza a caldear el suelo, se animan las larvas que depositaron las cigarras, ahora muertas, en el año anterior. Entonces surgen de manera simultánea de las entrañas de la tierra por millones a través de pozos circulares que abren trabajosamente; se izan a la primera brizna de hierba que encuentran despojándose de su envoltura seca como pergamino, y "nacen" con un color verde tierno que rápidamente se obscurecerá. Después trepan a los árboles y proceden a animar el silencio rumoroso de la Naturaleza con una música incansable. Después de una vida de cinco o seis semanas, que les parece larguísima, la cantora cae de lo alto del árbol y muere. En ese tiempo las cigarras se aparean y las hembras ponen los huevos (entre 4 y 12) en las hojas de los árboles encerradas en pequeñas celdillas. La nueva generación abrirá sus celdas al final del verano y caerá de sus nidos, botando como una pelota, y se entierra por un larguísimo periodo que nunca baja de dos y puede llegar a 17 años en algunas especies.

En el NE de EE UU, donde vive la especie Magicicada septendecium con ninfas que más tiempo permanecen enterradas (17 años), viven hasta medio millón por hectárea pasándose el día apareándose y cantando antes de morir y cubrir la tierra con sus crujientes exoesqueletos. Los habitantes de West Virginia, Maryland, New York, Ohio y Pennsylvania ya están acostumbrados a esta rareza de la naturaleza. 
Parece que lo que regula este largo y preciso ciclo vital son básicamente dos relojes corporales. Uno de ellos (en los ganglios que hay bajo el esófago) cronometra los 17 años y otro (un mecanismo fotosensible que puede detectar la luz, al parecer incluso bajo tierra) les anuncia la hora H: el momento de empezar a reptar hacia arriba para hacer que miles o millones de ellas salgan de forma casi simultánea. Hay autores que opinan, sin embargo, que quizá sean ciertas hormonas de la sabia del árbol activadas en momentos concretos las que le informan de los cambios estacionales y del momento oportuno para ponerse en marcha.   

El hecho de salir de forma multitudinaria es un mecanismo de supervivencia para la especie, si salieran de forma fraccionada serían eliminadas sistemáticamente y el hecho de hacerlo en periodos de años que siguen la serie de los número primos es otra medida con idéntico fin. Existen 14 especies de estos insectos cuyo ciclo vital tiene duraciones de números primos para evitar a depredadores. Las cigarras del este de Estados Unidos tienen un periodo de 17 años, las del sur y del sudeste (Magicicada tredecim) lo tienen de 13 años. Lo bueno de «saber» matemáticas y tener un ciclo biológico basado en un número primo no es caprichosa y concede, sin duda, una ventaja biológica para la preservación de la especie. Esta capacidad de temporización hace que el insecto sea más esquivo a los parásitos depredadores y le ayuda a evitar la extinción. El mínimo común múltiplo de dos números es mayor si estos son primos (la posibilidad de coincidir el ciclo vital de dos especies: depredadores y depredados aumenta lo que dificulta el exterminio de la especie)


3. Las cigarras no son hedonistas ni cantan por narcisismo; es su trabajoso regalo para  conquistar y agradar a su pareja.

Para empezar ¿La hormiga hablaba con una cigarra macho o hembra? La fabula no lo especifica por lo que presuponemos que los autores ignoran que solo los machos cantan. ¿Las cigarras hembras no son holgazanas, entonces?. El tipo de "música" que tocan las cigarras se llama estridulación. Esta consiste en emitir sonidos frotados con alguna parte de su cuerpo y amplificarlos con órganos que ejercen de cavidades resonantes. En el caso de las cigarras las estridencias son emitidas mediante chasquidos producidos al doblar y soltar unas membranas denominadas timbales y ubicadas en el abdomen. Utilizan otras partes huecas de su cuerpo para amplificarlas.El nivel de ruido puede alcanzar los 120 dB (el equivalente al claxon de un coche o un concicerto de rock). Como anécdota se cuenta que en 1970 el cantante Bob Dylan tras salir de la Universidad de Princeton de recoger un doctorado honorífico quedó tan impresionado por el ensordecedor concierto de las cigarras del bosque del campus que compuso la canción «Day of the Locusts» (el día de las langostas).

Hay que destacar que las cigarras disponen de tantas tonalidades y timbres como especies existen. Desde el chirrido desquiciante y sostenido de Tibicina tomentosa, pasando por el familiar chicharreo de la abundantísima Cicada orni (imagen), tan común en los olivares, hasta el canto estilo saltamontes de la pequeña Cicadetta tibialis - las tres especies principales de nuestros ecosistemas..


4. Las cigarras son seres dedicados a la buena vida que no trabajan nada

Si leemos a Le Fabre en sus fascinantes recuerdos entomológicos comprenderemos que la vida de años de las ninfas es un largo periodo de trabajos en conductos subterráneos, un afanoso amasar y entibar galerías, cavar pozos, desplazar escombros, enfoscar, bombear agua desde las raíces de los árboles... en definitiva: un colosal trabajo de minería. Luego, cuando ha salido a la luz, deberá ejecutar un continuo y agotador repertorio musical con sonidos tan fuertes y violentos que pueden llegar a producirle la muerte. Todo ello mientras se alimenta simultáneamente de la savia de los árboles.

5. Las cigarras, en verano, podrían actuar como las avariciosas hormigas presumen en sus inviernos:  son las únicas con acceso a las fuentes de agua en los esos días calurosos.

Al llegar el estío, cuando toda la población animal del bosque desfallece de sed, las cigarras son las únicas con acceso al preciado líquido que guardan los árboles. La vegetación está marchita, las hojas están secas, las flores tienen los pétalos resecos y el néctar se agotó; el ejército de insectos del bosque se afana buscando algo de humedad  pero las cigarras disponen de savia elaborada abundante rica en agua y nutrientes con la que podrían comerciar (como pretende la hormiga en la fábula). Con su rostro, que es sutil, duro y perforante como una barrena, taladra uno de los innumerables toneles de las bodegas inagotables de su árbol.

6. Muchos insectos, pero en especial la hormiga, agreden y roban los alimentos de la cigarra

La muchedumbre sedienta de insectos que se agita entre el follaje acechan a la cigarra; los parásitos acuden para explotar su desinterés. Unas gotitas del líquido azucarado que rezuma en los bordes del improvisado brocal denuncia la existencia de líquidos suculentos. Todos se afanan por acceder a los preciados tesoros que posee la cigarra, pero los más temibles son las hormigas. Estos seres egoístas y pragmáticos se deslizan bajo el vientre de la rica propietaria que, tolerante, levanta sus patas traseras para no estorbar su paso. En cuanto acceden a la fuente de savia se apresuran a robar el alimento fruto del trabajo perforador de la cigarra y lo toman para sí alimentándose con fruición. La cigarra, bonachona, deja pasar esta injusticia pero las hormigas se vuelven más atrevidas y deciden atacar a la dueña de la fuente para expulsarla y quedarse con su tesoro: atacando en grupo muerden sus patas, le tiran de las alas, se suben a su dorso para pellizcarle las antenas... los más osados se apoderan de su trompa de succión e intentan extraerla del pozo. Al final la cigarra, incapaz de soportar ya las heridas que le infringe la cruel hormiga, abandona el pozo y se aleja no sin antes lanzar un chorro de orina sobre el ejército que rapiña sus pertenencias. No contentos con apoderarse de sus posesiones y cuando la fuente robada se seca, marchan las hormigas en escuadrón en busca de la cigarra que acaba de abrir un segundo manantial. La historia se repite para la pobre víctima. De manera que toda la fábula está al revés: las hormigas en realidad hacen de mendigos (en realidad ladrones) aprovechados, y el trabajador duro y legítimo es la cigarra.


7. El tamaño de las cigarras en mucho mayor que el de las hormigas

La cigarra es un elefante comparada con la hormiga,en realidad podría aplastarla desplomándose sobre ella. Pero no tiene mandíbulas ni es carnicera. Las cigarras comunes en el sur de Europa, por ejemplo, miden de 30-35 cm. Su longitud apenas llega a la décima parte y su peso centenares de veces menor.

8. El carácter de las cigarras es bondadoso y tolerante frente a las hormigas imperialistas, codiciosas...

Las sociedades humanas, en muchos aspectos parecidas a las de las hormigas, valoran la organización, la previsión, la abnegación de la hormiga. Admiran además sus impulsos de conquista, sus aspiraciones imperialistas, su eficacia para la logística... En cambio desprecian el hedonismo que atribuyen a las cigarras, su desinterés por los hormigueros y su atención a los refugios individuales. La cigarra es una abanderada del "carpe diem", una hippie peligrosa para la moral de los diminutos himenópteros. De ahí los prejuicios contra ellas. 


9. En el origen de la moraleja está la ética de una sociedad conservadora y protestante.

Las sociedades rurales, con sus ciclos regulares de producción de alimentos aunque sujetos a episodios imprevisibles, vieron la necesidad de la previsión para un futuro incierto. No había que malgastar las reservas del mañana pues dependían de los caprichos climáticos. La Biblia ya se refiere a ello en el (Génesis, 37) al relatar el sueño de José sobre siete vacas gordas y siete vacas flacas. También se las menciona en otros pasajes como en el libro de los Proverbios (VI. 6-8) donde son utilizadas como buen ejemplo para los humanos por su previsión, trabajo duro y su cooperación: "Acércate a la hormiga, oh perezoso y observa su comportamiento, y aprende su sabiduría: sin tener jefe, ni maestro, ni guía, previene para sí el sustento durante el verano, y almacena en tiempo de la mies lo que ha de comer".

Para Max Wever (economista y sociólogo alemán nacido en 1905) las sociedades protestantes (luteranas, calvinistas) la adquisición de bienes (dinero) es casi el valor supremo de la vida. En consonancia con ello dan un valor desmesurado al trabajo, la razón práctica y la austeridad. El ascetismo, pues, y el afán de enriquecimiento describen la ética protestante. ¿No os recuerda el catálogo de virtudes de la hormiga? Sin embargo, todo es mentira en esta fábula inventada hace millones de años. La imprevisora y loca cigarra de la fábula es, en realidad, un ser laborioso y dulce, explotado hasta la muerte. En cuanto a la hormiga, modelo de economía doméstica que los padres muestran a los hijos, es una pequeña rapaz, que actúa en equipo para dominar y explotar su entorno. En nuestro planeta los hombres actúan como las hormigas de un hormiguero. Organizan sociedades con una rigurosa división del trabajo, explotan recursos hasta su extinción, crean imperios, provocan guerras para expansionarse y recurren a una férrea disciplina para lograrlo. En su soberbia, que tiende a engañar y esclavizar todo cuanto le rodea….
Quienes crearon la fábula inventaron una historia inmoral, que enseña a los hombres desde su infancia el respeto a la avaricia y a la crueldad, el culto del egoísmo, la burla soez contra los idealistas, que piensan en algo más que la satisfacción de los apetitos materiales.


10. La inversión de los papeles

Transcribo literalmente esta genial descripción de Fabre:

"En la realidad se invierten a fondo los papeles imaginados por la fábula. El pedigüeño sin delicadeza, que no retrocede ante el robo, es la hormiga; el artesano industrioso, que con gusto comparte lo suyo con el que sufre es la cigarra. Todavía otro detalle y la inversión de papeles será más acusada: .Después de cinco o seis semanas de buena vida, largo espacio de tiempo para su parecer, la cantadora cae desde lo alto del árbol, agotada por la vida. El sol, la reseca y los pies de los transeúntes deshacen el cadáver. Forajido en busca de botín, la hormiga lo encuentra. Destaza la rica pieza, la diseca, la reduce a migajas que van a engrosar el montón de provisiones. No es raro ver a la cigarra agonizante, cuyas alas se estremecen todavía en el polvo tironeada, descuartizada por una banda de desguace..."


ANTIMORALEJA

(Continúo con Fabre)

"¡Pobre cigarra! ¡Infeliz artista del mundo de las hojas, calumniada en el mundo superior de los hombres!… Como no almacena, es una bohemia indigna de respeto; como se alimenta de miel y canta a todas horas, no trabaja seriamente; como carece de mandíbulas y abandona el sitio a los que se deslizan a traición por debajo de su vientre, los usureros subterráneos, las bestias de patas ganchudas que engordan con los muertos, tienen derecho a robarle su obra. La hormiga, avara y sin entrañas, la explota y la gobierna a pesar de su pequeñez, lo mismo que en el mundo de la criminalidad vertical, los hombres del «cofre-fuerte», de la mano imantada que atrae a los céntimos y del paño duro que exprime, dominan a las grandes masas. Hasta en su muerte se ve explotada la cigarra por el triunfante parásito."



EPILOGO

(No me resisto a terminar sin añadir un pasaje más este poeta de los insectos que es Jean-Henri Casimir Fabre. Este observador incomparable de estos seres diminutos llamó mi atención cuando, de niño, leí su biografía en un libro precioso que compraron mis padres con el deseo de ilustrarnos: "Grandes vidas, grandes hechos". Recuerdo que en el párrafo de presentación a el autor describía la escena de un policía interrogando a un supuesto vagabundo que estaba tirado en medio de la acera mirando atentamente el suelo donde se agitaban unos insectos. Este extravagante personaje estaba en realidad en posesión de "La Legión de Honor", la más conocida e importante de las distinciones francesas, lo que sorprendió mucho a aquel policía cuando vio la insignia en su polvorienta solapa).

"Los restos del Orfeo del ramaje se disuelven en el estómago del negro burgués subterráneo. Después de una vida de cinco o seis semanas, que le parece larguísima, la cantora cae de lo alto del árbol, extenuada por tanta música, tanta poesía, tanta embriaguez ruidosa. El sol seca su cadáver y los transeúntes lo aplastan con sus pies. Las hormigas salen formando batallones de sus obscuros cuarteles, donde viven sometidas a una disciplina prusiana, obedeciendo a su emperador, como un pueblo laborioso, culto y metódico. Van a saquear para enriquecerse; van a invadir otros hormigueros con el propósito de esclavizar a sus habitantes y que trabajen para los conquistadores. La razón de Estado guía sus correrías. ¡Por algo la fábula presenta a estas bestias como modelos de orden y buenas costumbres! En su avance triunfal, la vanguardia del ejército encuentra a la caída cigarra, y los que vivieron de su trabajo vuelven a vivir de su muerte. Las patas y mandíbulas despedazan la rica pieza, la disecan, la tijeretean, la parten en migajas para almacenarla en el depósito de provisiones. Muchas veces el poeta aún está en la agonía y sus alas baten el polvo con los últimos temblores. No importa. Su cuerpo se ennegrece cubierto por el tropel de enemigos. Lo despedazan en vida, tiran de sus miembros, lo descuartizan con un sabio método de caníbales científicos. Y esta es, amigo mío, no la fábula, sino la verdadera historia de la cigarra y la hormiga."

Comentarios

  1. Aquí está la segunda parte. Extensa, llena de referencias a Fabre -el poeta de los insectos-. Era inevitable escoger muchos de sus párrafos pues describe como nadie la vida de estos seres diminutos. Uno no puede por menos que sentirse interesado por este mudo tal como lo cuenta este genial entomólogo. No es de extrañar que Blasco Ibáñez se inspirara tanto en su obra para escribir "La verdadera historia de la cigarra y la hormiga".

    Baste añadir por mi parte que siento la necesidad de hacerme con su libro "Recuerdos entomológicos" y leerlo de cabo a rabo: ¡Es tan interesante! ¡Hay tanto por descubrir!

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