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Destejiendo la fábula de "La cigarra y la hormiga" (parte I)

La fábula, el breve cuento moralizante cuyos personajes son animales con personalidad humana, ya era cultivada en Mesopotamia hace cuatro mil años. Las tablillas cocidas ya cuentan en escritura cuneiforme historias de zorros astutos, perros desgraciados y elefantes presuntuosos.

Los griegos elevaron la categoría del género contándose sus autores entre los mejores y más antiguos clásicos. Esopo, un esclavo, logró la libertad por aclamación popular gracias a su talento fabulador. Entre los romanos destaca Fedro, otro esclavo, que se inspira en Esopo y en sus experiencias para componer hasta cinco libros de fábulas.

En la Edad Media fueron usadas por los clérigos para adoctrinar, en el Renacimiento por los humanistas para destacar los rasgos humanos. El mismo Leonardo Da Vinci compuso un libro de fábulas y el hasta Napoleón llegó a componer alguna. De los últimos siglos destacan La Fontaine, Clarís de Florian y el español Tomás de Iriarte. Posteriormente Félix María de Samaniego y el inglés John Gay.

Las fábulas se usaron desde la antigüedad grecorromana por los esclavos pedagogos para enseñar conductas éticas a los niños; pero pronto surgieron críticas a su uso. Platón las achacaba dar preponderancia a estética contra la lógica que el proponía para la educación de los hombres. En el s. XVIII Rousseau en su Emilio las critica por crueles y deformadoras del carácter inocente de los niños acusándolas de inculcar mensajes equívocos respecto a la moral (el más fuerte y astuto es siempre el vencedor).

Otros las defendían como beneficiosas para ciertos procesos de aprendizaje (y no solo para los niños) o para fomentar actitudes y comportamientos precavidos en niños y adolescentes.


LA CIGARRA Y LA HORMIGA. 
Distintas versiones



ESOPO
No es posible dar datos ciertos sobre Esopo. Hombre de vida desconocida para nosotros. Ni fecha ni lugar de nacimiento exactos. Se supone que vivió alrededor del 600 a. C. y se le llama “el padre de la fábula”. Sus relatos son divertidos y cumplen la norma clásica del “prodesse delectare” (enseñar deleitando), por eso suelen tener una frase al final que condensa toda la enseñanza. Se le considera más un recopilador que un autor. No dejéis de leerlo.


LA CIGARRA Y LA HORMIGA



En el invierno una hormiga sacaba a airear de su hormiguero el grano que había amontonado durante el verano. Una cigarra hambrienta le suplicaba que le diese algo de comida para seguir viviendo..”¿Qué hacías tú el verano pasado?”, preguntó la hormiga.-“No estuve haraganeando -dijo la cigarra-, sino ocupada todo el tiempo en cantar”.La hormiga sonrió, guardó el grano y dijo:-“Pues baila en invierno ya que en verano estuviste ocupada contando”.


JEAN DE LA FONTAINE
Jean de La Fontaine (Francia, 1621 – 1695). Fue un poeta francés conocido especialmente por sus doce libros de fábulas, consideradas modelo del género y, por ello, muy imitadas. Sus “Fábulas” son un conjunto de narraciones en verso protagonizadas por animales que actúan como seres racionales; su finalidad es ofrecer una enseñanza moral. Están inspiradas en las fábulas clásicas y tienen un sentido de humor agudo; además poseen un lenguaje fluido y de gran naturalidad. Se organizan en doce libros que se publicaron entre 1668 y 1694. Los personajes están perfectamente caracterizados. Con ellas La Fontaine nos dejó una visión irónica (y también algo escéptica) de la sociedad de su época.

La fábula "La Cigale et la Fourmi" (La cigarra y la hormiga) fue escrita en francés en verso (es una poesía). Fue traducida en prosa y en verso por distintos autores lingüistas en España como Félix María Samaniego, Bernardo de la Calzada (las tradujo en 1787), Teodoro Llorente Olivares (la tradujo en verso en 1885) y Enrique Díez Canedo las tradujo en verso en 1916 para la Editorial Calleja.


LA CIGARRA Y LA HORMIGA

Todo el verano cantó 
la Cigarra, pobre artista,
y estaba muy desprovista
cuando el invierno llegó.
Sin la más leve porción
de mosca ni de lombriz,
a llamar fue la infeliz
de la hormiga a la mansión.

-“Ruego a usted, dijo a la hormiga,
me preste un poco de grano
hasta que llegue el verano,
querida vecina y amiga;
antes de agosto, sin duda,
pagaré intereses y capital;
acuda, señora, en mi ayuda”

La hormiga, dura y mezquina

“¿Qué hizo durante el calor?”,
preguntó a la triste vecina.
“¿Qué hice, señora? ¡Cantar!”,

Respondió la interpelada.

“¿Cantó entonces sin temor?,
pues hoy váyase a bailar”.



(Otra versión de La Fontaine)
Cantó la cigarra durante todo el verano, retozó y descansó, y se ufanó de su arte y al llegar el invierno se encontró sin nada: ni una mosca, ni un gusano. Fue entonces a llorar su hambre a la hormiga vecina, pidiéndole que le prestara de su grano hasta la llegada de la próxima estación.– Te pagaré la deuda con sus intereses;-le dijo- antes de la cosecha, te doy mi palabra.Mas la hormiga no es nada generosa (y este es su menor defecto) y le preguntó a la cigarra:– ¿Qué hacías tú cuando el tiempo era cálido y bello?– Cantaba noche y día libremente, -respondió la despreocupada cigarra.– ¿Cantabas ? ¡Pues entonces ponte ahora a bailar!



FÉLIX MARÍA DE SAMANIEGO
Félix María Samaniego (1745-1801). Escritor español del siglo XVIII, conocido especialmente por sus fábulas. Temido en su época por su sátira mordaz contra políticos y religiosos, por lo que fue perseguido por la Inquisición. Sus fábulas son menos “ingenuas” que las de Esopo y están llenas de críticas “escondidas” a personajes conocidos y a costumbres de la época.





LA CIGARRA Y LA HORMIGA


Cantando la Cigarra
pasó el verano entero,
sin hacer provisiones
allá para el invierno;
Los fríos la obligaron
a guardar el silencio
y a acogerse al abrigo
de su estrecho aposento.
Viose desproveída
del preciso sustento:
sin mosca, sin gusano,
sin trigo, sin centeno.

Habitaba la Hormiga
allí tabique en medio,
y con mil expresiones
de atención y respeto
le dijo: «Doña Hormiga,
pues que en vuestro granero
sobran las provisiones
para vuestro alimento,
prestad alguna cosa
con que viva este invierno.
(Esta triste Cigarra,
que alegre en otro tiempo,
nunca conoció el daño,
nunca supo temerlo.)
No dudéis en prestarme;
que fielmente prometo
pagaros con ganancias,
por el nombre que tengo».


La codiciosa Hormiga
respondió con denuedo,
ocultando a la espalda
las llaves del granero:


«¡Yo prestar lo que gano
con un trabajo inmenso!
dime, pues, holgazana,
¿qué has hecho en el buen tiempo?».


«Yo, dijo la Cigarra,
a todo pasajero
cantaba alegremente,
sin cesar ni un momento.»


«¡Hola! ¿con que cantabas
cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
baila, pese a tu cuerpo».







BLASCO IBÁÑEZ

Vicente Blasco Ibáñez (Escritor valenciano, 29-1-1867 a 28-1-1928). Estudió derecho, que no ejerció apenas. Colaboró e su juventud con algunos textos en catalán para continuar su obra en castellano posteriormente. Fue un hombre de acción que dedicó su vida a la escritura, a la militancia política y a saborear la vida; fue militante republicano, periodista, diputado e incluso duelista.
Durante su exilio en París en 1890 se puso en contacto con la narrativa francesa del naturalismo. Hacia 1909 viajó a la Argentina en donde, además de crear dos ciudades, Nueva Valencia y Cervantes, impartió conferencias en torno a la historia y la literatura españolas, aunque desistió en 1913.

En 1916 escribió Los cuatro jinetes del Apocalipsis, que cautivó al público norteamericano, llegando a ser leída más que la propia Biblia en dicho país. Sus novelas más conocidas son La barraca, Entre naranjos, Cañas y barro, La horda y Sangre y arena.

"La verdadera historia de la cigarra y la hormiga" fue presentado primero en la revista literaria "La Esfera" el 22 de julio de 1916, lo editó más tarde como un cuento más en el libro "Los papeles de la difunta". Se trata de una versión naturalista y desmitificadora de la fábula y en la que, en su mayor parte, se basa la versión de la fábula que he realizado personalmente e incluyo a continuación de este epígrafe.





UNA VERSIÓN PERSONAL



La vieja cigarra se dejó caer, agotada, sobre una hoja abarquillada, su sillón favorito. La pequeña ninfa le escuchaba con atención.
– Escucha, querida. Te contaré mi verdadera historia para que sepas de primera mano y de fuente fidedigna los entresijos de ese cuento que los humanos llaman fábula y que cuentan a sus hijos con intención de educarlos en la moralidad y la sabiduría. Como verás no es más que una sarta de mentiras a cual más cruel que planta en el fondo de sus tiernos corazones la semilla de la avaricia y la crueldad. Pronto vas a enterrarte en el suelo y vivirás allí abajo, sujeta a las raíces que te alimentarán durante diecisiete años. Tendrás tiempo suficiente para meditar en lo que voy a contarte. Cuando pasado ese tiempo subas por el pozo que excavarás para salir de allí, realizarás la muda y te conviertas en cigarra adulta; entonces, por lo menos, sabrás a qué atenerte.
Ocurrió a principio del verano. Me encontraba subido en la rama de un olivo bien asoleado descansando un momento del duro trabajo de agujerear con la pequeña lanza de mi boca la corteza para acceder a la savia de árbol. La verdad es que después de sorber con mi trompa aquel zumo delicioso me apetecía relajarme cantando un poco. Ya sabes que soy tu padre y aquí empieza el primer equívoco de este cuento. Los humanos no saben distinguir machos y hembras en absoluto. Solo nosotros, los machos, cantamos y lo hacemos para enamorar a nuestras novias, como yo hice con tu madre. Entonces acertó a pasar por allí la hormiga. La miserable se las daba de hacendosa transportando granitos de trigo camino del hormiguero. Me encontró tomando el dulce refresco y con envidia me pidió un poco alegando que estaba sudorosa y, en pleno verano, solo nosotras las cigarras tenemos acceso al escondido grifo de líquido de los árboles. No me importó hacerle un hueco para que pudiera sorber las gotitas que quedaban en el borde de mi agujero. Pero no te creas que me dio las gracias, por el contrario me preguntó con un deje de malicia:

– ¿Tú no guardas comida para el invierno?– No lo necesito, te lo aseguro –le respondí asombrado.

Me parece que no entendió la respuesta, pues vi se alejaba pensativa mientras sonreía con aire malévolo.
Continuó acarreando trigo y la siguiente vez que pasó a mi lado ni siquiera me pidió permiso, fue directamente a apropiarse del zumo que trabajosamente yo recolectaba. Todavía volvió otra vez más, y en esta ocasión, acompañada de una docena de compañeras del hormiguero que comenzaron a morder mis patas y subir por mi abdomen haciéndome cosquillas para que me apartara. Enojado, acabé por marcharme de allí no sin antes orinar en el agujero.
Instalado de nuevo en otra rama vino la comitiva de hormigas, decepcionadas por haber echado a perder su botín. Mi vieja conocida me interpeló:

– Ya no tienes comida. ¿Qué harás en el invierno? Morirás de hambre... Mira nosotros tenemos un montón de trigo en el hormiguero. Podemos darte un poco para que sobrevivas, pero has de prometer que el verano que viene te lo pasarás excavando grifos de savia en los árboles para nosotras. ¡Todo el verano!

No respondí. Se quedaron un rato esperando que les suplicara, que les implorara por un poco de su comida. ¡Qué estúpidas! No saben nada de nosotros. Quizás ellas también se crean ese horrible cuento de los humanos sobre las cigarras. ¡Pero si no soportamos los granos; nos producen un terrible dolor de estómago!
Mi pequeña ninfa, se acaba el verano y pronto he de morir. Ya ves, ni siquiera llegamos al invierno para necesitar entonces pedir comida a nadie. Es otra mentira más de ese humano llamado La Fontaine, del que pienso que no vio una cigarra en su vida. Me han dicho mis amigas que en su ciudad de residencia, París, no hay olivos y ya sabes que sin ellos no podemos vivir.

Hace apenas unas semanas que ocurrió lo que te he contado. Desde entonces me he pasado casi todo el tiempo cantando para tu madre. Al final pasó lo que tenía que pasar y naciste tú y muchas hermanitas más. Ahora me despido, mi tiempo se acabó y empieza el tuyo.
Recuerda, hija mía, crece bajo tierra para ser una buena y honrada cigarra. Sé dulce y alegre en la vida. No acapares, no seas avariciosa como la hormiga. No robes a los demás lo que tanto les ha costado conseguir. Celebra la música de tus alas. Ofrece tu canción al amor. Busca la verdad y no te creas las mentiras que te cuenten. Y ten mucho cuidado con las hormigas: intentan cobrar con intereses, esclavizan a todo el mundo. No hagas tratos con ellas. Perfora tus grifos de sabia lo más lejos de su territorio y no hagas caso de sus burlas, en el fondo te envidian profundamente.


NOTA: Texto extraído del blog de literatura "El escritor en su guarida"

Comentarios

  1. En un curso de escritura creativa hube de inventar un relato con un componente de intertextualidad. Se me ocurrió versionar la célebre fábula de Esopo (y posteriormente de La Fontaine, Samaniego y otros) de "La cigarra y la hormiga". Aún no sabiendo mucho de ambas especies tenía claro que las bases científicas para el argumento de la fábula son falsas. De hecho muchísimos autores reclaman indignados un poco de justicia para la pobre cigarra que es menospreciada en el texto de forma imperdonable. Del análisis de la conducta relatada en la fábula se desprende en realidad (y por supuesto absolutamente en contra de la moraleja) una crítica a la avaricia, la manipulación, el egoísmo y el engaño.

    De la consulta y búsqueda de interpretaciones diferentes nació este artículo. He querido primero exponer las distintas versiones de la fábula; una de ellas propia (la que compuse para mi ejercicio de escritura). He pensado además que debía reflejar de alguna manera las diversas circunstancias del ciclo vital de las cicadas (cigarras), uno de los insectos más fascinantes.

    Así que, tras esta introducción literaria, añado una segunda parte de próxima aparición donde realizo un análisis general de los conocimientos que actualmente se tienen de estas especie y rebato las acusaciones que la fábula vierte sobre ella.

    Al modo que refiere el título de este blog (destejer: deshacer la trama) analizo la realidad y la confronto con el estereotipo. Espero que os guste.

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